martes, septiembre 11, 2012

Un noche de olvido negro

Con paso nervioso los transeúntes avanzan hasta el umbral de sus esperanzas. Sicarios vestidos de negro, contratados por los hijos bastardos de dios, ahuyentan a los perros guardianes de las puertas del infierno, para hacer un graffiti obsceno sobre ellas. Hay una hecatombe de orgasmos que se agita detrás de los rostros demudados de arcángeles alcohólicos. Con paso tranquilo amantes mártires se cruzan en un vórtice de angustia. En su recodo lluvioso un espectador silente estudia con lujo de detalles las señales de vértigo de una sacra bailarina del templo de las putas danzantes. El ardor latente de las vírgenes suicidas, el vientre inmaculado de las madres de mentira, una voz que se entreabre para mostrar su falta de palabras, miles de papeles quemados se revuelven en mi cabeza como un enorme lego de conceptos e ideas. Las ventanas de mi casa se cierran en silencio. Dos desconocidos se estrechan la mano como si fueran amigos desde siempre, porque necesitan amor. Tengo una conversación interminable conmigo mismo. Un vaso vacío descansa en el extremo de mi escritorio. Desde mi fría pupila insomne los canales de tv gimotean coherencias destrozadas. ¿Cómo puedo llegar hasta ti mi amor, a lo que de ti no se ve mientras duermes en la otra habitación? Aterrados huyen mis sueños de este tiempo, hacia el horizonte líquido del insomnio. Se oscurece el vigor de mi mirada y se apagan mis ávidas ganas de una noche tranquila a tu lado. Éste día te pedí una noche de amor, amor silente, de abrazos y besos. Pero finalmente me alejo en una noche de olvido negro.

Archivo del Blog