miércoles, abril 25, 2012

viernes, abril 20, 2012

Dificultades

Es difícil que el corazón recorra sus caminos sin salir herido o que el tiempo tenga suficientes caricias para abarcar las ganas de los enamorados. Es difícil que los recuerdos rocen la memoria, sin mermar la emoción de los momentos idos o que las evocaciones no provoquen heridas por encontrar siempre insuficientes todos los esfuerzos.

La Ficción

Hay algo de ficción en tus palabras, porque yo jamás te saqué de mi vida. Traté, invocando las más antiguas tradiciones alquímicas. Traté, emborrachándome hasta el hastío. Traté, jugando al olvido. Pero no fui capaz. ¿Cómo sacar de mi vida a quien fue mi vida? No pude. No quice. No pude. Traté, pero siempre estuviste ahí. Traté, pero siempre volvía a tu recuerdo. Traté, pero no. Hay algo de ficción en tus palabras, rabia y pena en un cóctel corrosivo. Yo sólo puedo mirarte y callar, amainar mis deseos y mis ganas y entregarme al vacío.

lunes, abril 09, 2012

Desahogo

Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

miércoles, abril 04, 2012

Cuando no es el amor.

Cuando no es el amor el que dicta la última palabra, queda un reguero de tiempo perdido, inútil, espeso y triste. Cuando no es el amor el que dicta la última palabra, todas las palabras antes dichas importan poco o nada y las dichas después carecen de sentido. Cuando no es el amor el que dicta la última palabra, no se puede culpar sino al culpable, del derrumbe de sí mismo. Cuando no es el amor el que dicta la última palabra, resulta estéril intentar sonidos pues los astros, la noche, las luciérnagas y el rocío, desfallecen. Este hombre que soy, sorbo de esperanzas perdidas, de carne y piel gruesa y manchada de tiempos antiguos, labios de piedra seca, y semillas de odio por pestañas, no precisa palabras para vencerse a sí mismo: ya los hechos, escuetos, afilados y simples dan por sentada mi caída. Porque cuando no es el amor el que dicta la última palabra, el vil secreto es que el resto de los diálogos son obtusos y cobardes y dejan de importar para siempre.

Harapo.

Tengo el alma aterida de frío y pegada a la suela de mis zapatos. Estoy temblando de terror. La toma de conciencia me pisotea. El dolor me persigue. En esta noche de exilio en el abismo soy yo mismo convertido en un harapo.

Preferencia

En esta hora oscura hubiera preferido tu silencio comprensivo y no que abalanzaras sobre mí la furia de tus huestes cansadas. Basta de guerras y batallas. Necesito un beso, simplemente. Emprendí un viaje hacia mis abismos e infiernos, solo y determinado a morir en el intento de volver con el alma luminosa. Pero cuando tambaleo, necesito un beso.

Pertenecer a la tristeza.

Ésta noche escribo desde el olvido, en cada estrella, en cada rostro perdido. Hay una piedra en mi pecho que acepto disfrazándome de estoico. Me acuesto en mi pena, nadie la conoce, he fundado mundos en su espesura, la he sufrido tantas veces. Parece que le pertenezco.

martes, abril 03, 2012

Medioevo 2

Los odios más antiguos ya son sombras bajo la sombra del tiempo. Crepita la noche la luz de los suspiros. Bocinas, ladridos, remotos flashes lejanos. Tiritan las gárgolas en las alturas ciegas. La Fe guía mi paso de hielo. La tormenta amainó, se disolvió en los rayos de un amanecer inconcebible. El sol de tus ojos inmensos es luz omnipresente, que todo lo llena. Ya no me conozco, porque aquel que conocía agoniza bajo el peso de mi conciencia. Es un peso muerto el ego coronado, un cadalso seguro al terminar el día. Mi cuerpo, como la cuerda de un arco, se flecta para alcanzar a lanzarte un beso con fuerza de saeta. La saeta conoce el derrotero: tus labios. Ardo y arde el ansía. Nunca pensaste que así sería. Nunca pensé que así sería. Ahora vienen las huestes de mi odio, rendidas, derrotadas, acabadas, porque quieren el cielo de tu compañía, el calor del sol de tus ojos inmensos. Quieren vivir.

Medioevo

Fui monstruo de magma, demonio antiguo, trazo oscuro sobre la luz nocturna reflejada en el mar. Fui dragón de mitologías apócrifas, que quemaba las nubes con el fulgor secreto de su odio. Ahora, violentamente, soy un grito, un enorme gemido furibundo que devela el rito del ansia que quema los salones inmensos del universo. Ahora, violentamente, soy un grito, una llamarada devastada por el rocío, fuego en los campos serenos de tu boca. Un grito: te amo amor, único y final. La claridad graba mi espalda con tu nombre.

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