jueves, mayo 31, 2012

Cuadernos de la melancolía.

Yo habito la tierra de la melancolía. Ando entre guijarros y estalactitas de espanto, me alimento con lágrimas y tristezas, palpo árboles de hojas negras. Mi boca tiene forma de sed, duermo donde duermen los ahorcados, camino por senderos de fe destruyendo todos los talismanes. Los muertos tocan a las puertas del aire espeso donde persisten mis palabras y me piden santuario. * * * Estoy en una región deshabitada, en la que todo lo que inspira se reúne a mis pies como árboles que el tiempo inclina. Aquí el mundo es una estación de trenes amanecida sobre rumores de guerra. Ésta es la morada donde se depositan mis huesos, el resplandor de las balas, los mendigos drogados de la madrugada. Éste es el huerto de las flores malditas, la temporada de caza que los dioses erigen, la fruta maldita del conocimiento, la columna quebrada de un esclavo del hambre. Ésta es la salobre lágrima madre de todas las lágrimas, la tierra mustia donde una tribu oscura venera al dolor, tinta trémula del día, beso al rojo vivo inscrito en los anales de la tristeza. * * * Mi único caudal son los botines arrancados al miedo. De tanto dormir con la muerte siento que soy eterno. De noche deliro en el insomnio, presa de tenaces desvaríos. Yo nunca fui escogido para revelar secretos mitológicos, ni estuve seguro de mi mismo. Nunca supe si tenía una historia que contar. Nunca creí en mis ojos, orejas, boca, nariz, movimientos, gustos y aversiones. Yo apenas sospechaba que había un mundo que vivía y que estaba obligado a soportar en mi cuerpo los vaivenes y heridas propinadas de un lado a otro por otros que debían alimentarme y limpiarme, cuidándome para que luciera "presentable y querido". Mi mal era irrescatable porque yo era el mal. No me sentía solo porque la soledad no era un concepto sino una buena compañía. En mi mundo yo era rey, designio de voluntad educada, de pretensiones que hacían sonreír a los duendes. Un rey niño. Pero la realidad colapsa siempre en algún punto cuando nos damos cuenta que es un engaño. Y en suma, yo era una pregunta condenada a no hacerse. O un dragón con el aliento apagado. O una nube que se desmenuzaba conforme al movimiento. Habitaba un lugar indeciso e indeleble en su indecisión. Mi historia era un infinito recuento de inauditas torpezas, de infértiles sueños, de fabulosas fábricas de fantasía. Yo era un rey niño de trono usurpado. El amor siniestro me conducía con inocencia hacia la destrucción. El odio me fortalecía. Yo sabía reír, porque ya no sabía cómo llorar. Como no soportaba la claridad, dispuse entre agónicos estertores de sol mi regreso hacia el final. Me volví insomne en la medida de la tristeza.

Ha caído hoy

Mi refugio, mi fortaleza, mi última línea de batalla y esperanza, mi límite con el vacío ha caído hoy. En sólo cuestión de horas puedo pasar de gárgola a recuerdo, de recuerdo a sueño, de sueño a pesadilla, de pesadilla a ilusión. En sólo cuestión de horas puedo convertirme en vestigio o pasar a ser abono de jardines olvidados. Mi refugio, mi fortaleza, mi última línea de batalla y esperanza, mi límite con el vacío ha caído hoy. Mi frontera fue arrasada sin contemplación ni piedad. Porque cuando más duelen las heridas es cuando las heridas vienen del amor.

Cuoteo

En sangre y en desgarro, la amargura de este día se paga con angustia y ansiedad. Necesito a mi terapeuta para balancear mis arrebatos pirómanos, para que me regale un espejo. En sangre y en desgarro, la amargura de este día se paga con angustia y ansiedad. En lágrimas no se cuenta, ni en monedas. En palabras tampoco. La historia difícil de este día no merece un poema, pero sí una mención en mi epitafio.

Espera y sangra

(Escuchando Wait and bleed de Slipknot) El espejo retrovisor encuadra mi rostro sobre el horizonte. Hacia atrás se descuelga la cordillera nevada. Hacia adelante la autopista en línea recta. No hay recuerdos en mi rostro. Sólo una sombra huidiza, como de nubes negras y espesas. Sombra húmeda y salada como las lágrimas escondidas de una intacta gárgola bajo el crepúsculo. No hay recuerdos. Sólo un susurro que es la voz del abismo convertida en recuerdo. Cada día es un relato intemporal bajo el sol o las nubes: lo impregnan una luz filosa o un sabor a olvido. No existe recuerdo en mi rostro. No hay palabra que lo contenga o vincule con la calma. El ayer se desvaneció del reloj, tal como se desvanecerá dentro de poco, sin tristeza ni palabras de consuelo, mi rostro sin recuerdo. El amor espera y sangra y se desangra hasta que muere.

Divagares sobre el punto más alto de la tristeza

El punto más alto de la tristeza puede ser un ciego mendigando a medianoche por linternas, para jugar consigo mismo a las sombras chinescas sobre un muro. También puede ser en las horas cercanas al amanecer y con el frío del otoño calándome los huesos, ver tu cuerpo dándome la espalda kilómetros más allá, al otro lado de la cama, con un abismo de por medio. No hay límites para la tristeza y menos para la triste tristeza, pues cuenta siempre con una pirámide de lágrimas que apuntan hacia el infinito. A veces uno está seguro de padecer tanto como el que más y alimenta la tristeza con sus sollozos, con la tonta esperanza de sentir alivio. Pero no. Finalmente el alivio es una fantasía. Hace tiempo estoy viviendo mi último minuto. La soledad está en mi, la soledad que mastico como una agonía invisible y perpetua. La negras lágrimas que seco de tiempo en tiempo, son lo único que delata el negro infierno que habito. Como un cuerpo privado de sepultura, camino por la huella hostil de mis pasos antiguos y me doy cortes en los brazos para tatuarme de clichés existenciales. Amo sin ser amado. ¿Pero importa? ¿Por qué entonces estar triste? El viento sacude mi estúpida conciencia sabelotodo a la par que consumo Slipknot a todo volumen. Esta vida es mortalmente intolerable. Amo, aunque luego me vea obligado a aullar. Detrás de mí arrastro el manto fantasmal de las intenciones ocultas. Una cadena de perfeccionamiento del dolor suena a mi paso. Amo, pero en medio de un naufragio, en la punta de un puñal que se me va clavando. Yo amo, pero mi alma está varada en la cima de un edificio justo en el instante de dar el salto. Qué puede haber peor que el cielo al amanecer o el beso de la tarde, si los contemplo solo. La amargura que siento crecer en mí puede ser el primer torrente de un diluvio a cuyo lado el otro parece un vulgar desborde de cloacas. Qué es eso que me impulsa a escupir en las tumbas. Qué es eso que me obliga a escarbar irresistiblemente en el polvo donde duermen los sueños en descomposición. Muerte, comprendo mi realidad secundaria. Pero muerte, no quieres venir ¿por qué? Dame el lenguaje tenebroso de los muertos en la silla eléctrica, el vocabulario último de los fusilados. Mi existencia es un harakiri sin fin. No es la palidez del amor ni es la palidez de la muerte, sino la de los naúfragos ésta que hay en mi rostro. Me pregunto cómo nunca notaste que mis besos se parecen a los llamados de socorro, que son todo lo que me queda por decir. Cómo nunca notaste que te amo en el instante mismo en que escapé a morir, como los gatos. Todo tendrá que acabar de modo salvaje, pero silente.

martes, mayo 08, 2012

Los círculos

Todo mi amor se fue contigo todo mi amor vuelve contigo todo mi amor vuelve a irse contigo mi amor amor.

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