lunes, marzo 22, 2010

Tu cuerpo es mi cuerpo.

Tu cuerpo es mi cuerpo
no mio de propiedad
sino mio de asentamiento.

Tu cuerpo me atrae como un imán insoportable
me llama
me quema como una braza de carne y sudor en medio del amor.

Tu cuerpo es mi cuerpo.

En la felicidad burda y desvergonzada
en la desgracia
y la lucha que se establece entre las máscaras y el alma
tu cuerpo es mi cuerpo.

Tu cuerpo es el envase perenne
que guarda mis anhelos superficiales y profundos, todos.

Tu cuerpo es y será mi cuerpo
hasta que cenizas acaricien su extensión de piel y huesos.

¿Sabes?

A veces te amo tanto
que resulta estúpido mencionarlo
y me escondo entre gestos
pensando que tal vez la noche dificulte la interpretación.

Pero no hay caso...
tu cuerpo es mi cuerpo.

Tu cuerpo de carne es mi cuerpo celestial.
Tu cuerpo celestial, es mi espacio vital.

Tu cuerpo es mi cuerpo en la ilusión de un terruño
de un vado
de un recodo.

Tu cuerpo me sostiene el alma
no otro cuerpo sino el tuyo.

Ese cuerpo que no toco para no quebrarlo
que no vivo para no alejarlo
ese cuerpo que no es otro que el que escondes
entre aguerridos caracteres y argumentos.

Tu cuerpo es mi cuerpo
mi cuerpo también es mío.

Y si mi atención te suena dañina
es sólo el sonido de la indulgencia.
Porque tu cuerpo es el regalo que le doy a mi tristeza
para emborracharme de alegría.

Aunque sea sólo por un rato.
Aunque que te acabes luego de unas cuantas copas.

viernes, marzo 12, 2010

Porque a veces estoy triste

Porque a veces estoy triste. Claro que sí. Porque a veces se puede razonar con uno mismo y llegar a puerto en ciertas negociaciones, ser indulgente, ser permisivo. No tendría por qué no serlo. A fin de cuentas si no cuentas contigo mismo, cuentas con nadie. Eso de andar dando pena por ahí no es digno. Por eso estar triste es una opción meritoria. La alegría está sobre-valorada.

Recuerdo que ella me miró y me dijo que yo era una persona crítica, triste, científica y fría. Luego se dio vuelta en su lado de la cama y desapareció en su sueño profundo. No pude evitar no tener ganas de apuñalarla. Pero estaba de espalda a mi y siempre me enseñaron que era feo apuñalar por la espalda.

Me confieso: a veces estoy triste y confieso que a veces estoy triste. Las cosas que han sido o que son, no se pueden evitar y no se pueden cambiar...¡¡Ah, sí, la tristeza!!, pura y dulce tristeza.

Recuerdo una noche, a la luz de la luna, en medio del espeso silencio del mar, cobijado en el frío, abrazando la almohada, tragando un sorbo de cognac. Las sombras eran hermosas figuras que horadaban mi ánimo.

Hoy estoy triste y no quiero que nadie me alegre ni haga el intento de quitarme mi tristeza.

Recuerdo que ella me miró y me dijo que yo era una persona crítica, triste, científica y fría... y si bien las palabras no me tocaban, la manera de pronunciarlas, el tono, el desprecio, me llenaron de dudas. Y, como dijo alguna vez Miguelito a Mafalda, me dejó un pequeño granito de arena en el alma.

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