jueves, marzo 22, 2012

Requiem de un poeta viejo.

Te llamé amor, para llamarte así y saber que nadie más en mi mundo sería llamada así. Amor de noche oscura y de noche clara, de ardores y silencios. Y te llamé amor para bautizar mi vida más allá de mí y de mi muerte, para aferrarme a la vida y vivirla.

Pero en un punto el camino se pierde y me perdí y abandoné a la suerte del abismo.

Hoy, en la soledad y en mi desesperación del abismo, rezo tu nombre que es mío y me lavo con todas tus lágrimas que cayeron por mí.

Recuerdo y ya están aquí tus ojos enormes y dentro de ellos toda la tristeza del mundo. Me basta rezar tu nombre,que es mío como todas tus lágrimas.

Tal vez ya no me ames. Hemos hecho tantos viajes irremediables hacia el olvido, que acaso, ahora no me ames, pero qué importa si ya me has querido para siempre, bajo el cielo infinito. ¡Qué importa no tenerte, si llevo junto a mí tu nombre, la incansable tristeza de tus ojos y el rumor de lluvia que tenían todas tus palabras!

Tal vez ya no me ames. ¡Sabe dios por qué cielos y en que noche viajas, pero has dejado junto a mí tus sueños y tus lágrimas! No te has ido del todo, ni te irás mientras haya en el mundo
una noche, una sola, y siga lloviendo en algún país lejano.

Más que no tenerte y lo perdido, me duelen los sueños que quedaron sin vivir.

Amabas la noche, las calles lluviosas, los árboles viejos… Te entristecían las mujeres que mueren jóvenes y solas, y los hijos ajenos te dolían en mitad del pecho, como cuchillos.
Recuerdo que entonces te acariciaba los ojos y mis manos volvían húmedas del llanto de tu viaje.

Amor… digo tu nombre, mío, y mi soledad se puebla íntegra de tu recuerdo.
Acaso no me amas ya, hemos hecho hacia el olvido un viaje irremediable.

Pienso en tus ojos. Por eso mis palabras son tan tristes. ¿Qué caminos hay que andar para encontrar tu camino? ¿Dónde queda tu cielo que está tan lejos de este cielo mío? Te pienso lejana y te lloro junto con la noche.

Todo cuanto esperé llegó contigo. Los dioses te había puesto a mi lado para todo lo grande:
el amor, el trabajo, la muerte, la desesperación...

Te he perdído y ahora sé, que se puede asesinar la dicha y estar vivo.

Amor, porque cuanto esperé llegó contigo, te regalo estas palabras, antiguas como el tiempo:
No morirás en mí ni conmigo. Tengo una noche, tuya, una tristeza grande, tus ojos y un recuerdo con sabor a lluvia, tus palabras. Tu nombre, que es mío como todas tus lágrimas. Tengo pues, todo lo necesario, para iniciar mi viaje hacia la muerte.

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