viernes, marzo 30, 2012

Nada que decir, pero mucho que lamentar.

Tus ojos inmensos son indiferentes a los míos. Tus manos tibias no estrechan ni acarician ya mis manos. Te beso y tus labios son la piedra seca que sostiene mi amargura. En vano poso mi cabeza en tu hombro y en vano beso tu cuello. Fui yo quien abandonó tus ojos inmensos y fueron mis manos las que se ausentaron de las tuyas. Fue mi voz la que se llenó de silencio, ese silencio horrible de la desesperanza. Hoy en mi garganta tropieza la derrota con gemidos ahogados, porque fui yo quien primero se cubrió los ojos para no ver tus lágrimas que huían hacia mí. Envuelto en una tristeza absurda -tenía todo tu amor, dejarse envolver por la tristeza era absurdo- yo sólo oía el sonido de mis propias lágrimas en un ardor maldito. Pero tu alma se quedó en mi pecho, esperando y en la espera se hizo fuerte y hoy, cuando mis ojos buscan tus ojos inmensos, mis manos buscan tus manos tibias, mis besos buscan tus labios, mi cabeza busca resguardo en tu hombro... hoy choco con un muro inmenso, levantado por tu desconfianza. Nada que decir, pero mucho que lamentar.

Archivo del Blog