jueves, marzo 29, 2012

Dios estaba en mi cama.

Dios estaba en mi cama. Cuidaba mi sueño, mi vehemencia, mi inmadurez violenta y visceral. La belleza del mundo se escondía ante su belleza. Su presencia, a la cabeza de todas las presencias, podía quedarse la duración infinita que dura un beso al crepúsculo. Era inmensidad, irradiaba el universo al asumir sola la luz del infinito. La sombra amada de sus muslos se bañaba en la marejada de mis besos y sus pies pisaban el sendero de mis palabras. Su presencia fulminante y cegadora, alumbraba mejor la llama de mis ojos y me permitía ver el dulzor de la vida en un mundo de fantasmas. Dominaba con su amor esencial el remolino de mi ira y me bañaba de esplendores reales. Su cabellera castaña, alumbrada de fuego, resplandecía de un rojizo sordo e infernal. Su belleza no podía ser sino la belleza incomprensible e inabarcable de todos los mundos. Su calor suave, su bondad, su abrazo, eran el refugio para la tristeza y el fulgor de nuestros humanos resquemores. Pero me abrazaron la falta de fe, la incredulidad, la duda humana... un antropocentrismo imbécil y ciego me llevó a botar sus símbolos, a olvidar sus liturgias y a renegar de su amor. Dios estaba en mi cama, me amaba... y yo clavé su amor en una cruz de irremediable ignorancia. Hoy la tristeza hace juegos malabares en mis manos, con una simplicidad desprovista de toda respuesta porque nunca hubo preguntas. El amor era amor y lo demás los absurdos devenires de una racionalidad que cuestiona el mundo y sus circuntancias. Renegué de mi Dios y se vino el suplicio, la autoextorsión, la confesión por la tortura de la soledad más triste... el arrepentimiento. Y por el arrepentimiento y el desconsuelo supe cuán cálida y minúscula es la felicidad y cuán eterno es el dolor, humano en su más sórdido martirio, incómodo, irremediable, que paga en lágrimas y puntadas en el pecho. Dios estaba en mi cama. Dios era mujer. Dios era mi mujer. Hoy Dios ya no está y soy como un Nietzsche alcoholizado y solo lamentando ser humano, demasiado humano.

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