jueves, mayo 08, 2008

Escúchame.

Escúchame, como quien escucha la noche que llega, atenta pero distante. Escucha mis pasos leves, la llovizna amenazante, el agua que es parte del aire, entrando por la ventana. ¿Por qué está abierta la ventana?.

Escúchame susurrarte al oído. El día no acaba de irse cuando escribo estas palabras. La noche viene recién llegando, anunciando sus ganas de rodearlo todo.

Escúchame, cuando a través la niebla, al doblar mis pasos la esquina, se larga a llover palabras, sílabas que salen de mi boca cantando un bolero difuso.

El aire, el agua, unas palabras que recuerdan la vida, lo que fuimos, lo que somos, los días y las horas que han pasado por nosotros, este instante en que escribo contemplando el recuerdo de tu carne.

Escúchame llamar a tu puerta. Escúchame llamando a tu puerta para discutir sobre lo que el día nos deja como moraleja.

Relumbran las calles llenas de pasos apurados. La noche se abre y me mira dulcemente, queriendo hacerme parte de ella.

Tengo ganas de la noche dormida en tu cama, el oleaje de tu respiración, dedos que se meten entre mi pelo, cejas arqueadas que queman mis ojos, labios que abren los párpados del tiempo y lo detienen en una mirada perdida. De mis dedos manan apariciones y tantas resurrecciones como muertes.

Escúchame como quien escucha a la noche que llega con su ajuar de estrellas y sombras.

¿Oyes mis pasos en la sala contigua?. ¿Oyes la lluvia correr por la ventana, la noche que ya es más noche en la ciudad encendida, en los follajes donde anidan las sombras?. Si escuchas todo esto es porque quizás me extrañas... o tal vez estés loca. Pero todos estamos locos. Los locos no existen.

Escúchame, como quien escucha a la noche que llega. Tal vez quieras dormir en mi abrazo. Tal vez sólo quieras dormir.

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